¿Cuantos de nosotros cuando eramos chicos vimos la película del perro-dragón gigante volador, el come-rocas, el mar de ácido, la tortuga gigante? Hablo de la HISTORIA SIN FIN.
En la última película vemos a un reino que se consume cada día porque el mundo está olvidando la fantasía. Nadie puede soñar o imaginar, y los libros empiezan a desvanecerse.
Nuestro mundo parece estar en una situación parecido, pero no por la culpa de una bruja sádica que se come los deseos de los chicos, sino que la imaginación y fascinación por los libros está desapareciendo por los atractivos y visuales dispositivos móviles.
Pero allí, encerrados en el olvido, llenos de polvo y humedad, en el cuarto más pequeño y sin luz de cualquier habitación descansan los libros. Eternos compañeros de la infancia de la generación de los nacidos en los años 80 antes de que explotara la tecnología.
Entre mis grandes compañeros de siempre, los libros han estado por mucho tiempo en mi vida y espero que así sigan. Me han acompañado y me han enseñado cosas que solo se aprenden de la vida de alguien más. Me han dado valiosos consejos y porque no, también han arruinado cosas buenas, pero no por eso hay que dejar de quererlos.
Las cosas que nunca despreciaré son: un disco de Coldplay, un helado y un buen libro.
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