¿Que tiene de especial esos artefactos con un montón de vidrios al frente en donde la gente siempre sonríe o llora? Nada. Son objetos sin vida. Sin embargo, es lo que la mayoría de personas utiliza para tener una evidencia tangible o intangible de que ese momento ocurrió.
No recuerdo si mi fascinación por la fotografía empezó desde que mi padre utilizaba su cámara negra de botón amarillo para retratarnos a la orilla de un río o junto a un puente. No recuerdo si fue cuando empecé a elegir que carrera seguir. No se si fue cuando entre a la universidad. Pero lo que sí se es que cuando vi por vez primera una cámara en mis manos, supe que me acompañaría el resto de mi vida.
Recuerdo perfectamente el primer día de clase de foto: una pizarra completamente llena con datos técnicos, precios, especificaciones, pros y contras, marcas, estilos, sugerencias, pruebas, estadísticas y un largo etcétera de datos que nos ayudarían a elegir nuestra primer cámara. Recuerdo también haber elegido mal.
Pero el no tener el equipo adecuado no fue suficiente para detenerme. Empecé y una vez dejamos los aspectos teóricos sobre composiciones y compensaciones, finalmente hice mi primer instantánea.
La fotografía no es mi profesión, ni mi pasatiempos, ni mucho menos una clase más de la universidad. La fotografía viene incluida en mi de fábrica. La fotografía es parte de mi.
Sonrían.
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