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EL ESCAPISTA (y II)


Es algo triste de admitir pero muchos de los hombres son cobardes. Tienen la característica de huir de un conflicto en lugar de enfrentarlo. Prefieren evitar la confrontación que llegar a un acuerdo. Eligen lavarse las manos y entregar toda la responsabilidad a otra persona. En este punto las mujeres son muy superiores a nosotros.

Esto no solo se traduce en relaciones emocionales, también se expande al ambiente laboral, la ciudadanía, la crianza de hijos, la propia superación. Los hombres parecen perder su identidad como hombres y convertirse de nuevo en niños que corren tras la seguridad de algo para evitar sufrir las consecuencias. Por esta razón es que los conflictos del mundo no se resuelven: los hombres no se dejan ver.

No hubiera ningún problema si su conducta no afectará a los demás, en especial a la mujer. Muchos hombres dejan toda la carga a la mujer y la tratan como si fuera un servilleta: bonita y útil. Un hombre prefiere huir de una discusión de pareja por miedo a ceder su postura. Prefiere ignorar el asunto que asumir que tuvo la culpa por lo que ocurrió.

La mujer lo que menos necesita es a un hombre que no puede responder como hombre cuando se le necesita, y el hombre tiene el defecto de que cuando se le requiere como tal, vacila. Huir de la confrontación no es madurez, es pura cobardía.

Pero no solo en los conflictos el hombre demuestra su cobardía, también lo hace en todos los demás aspectos de la relación. Poco a poco el hombre deja de ser amable, deja de ser caballeroso, deja de ser comprensivo. En el matrimonio, el hombre priva a su pareja de su atención, sus palabras y su deleite.

El hombre equivocadamente cree que controla la situación cuando lo que hace es "pasar" la responsabilidad a alguien más, porque ese es su trabajo, dar órdenes. Pero no es así como se mueve el mundo. Los hombres deben de alguna forma encontrar de nuevo su identidad como tales y dejar de echar la culpa en los demás y asumir el papel que en la humanidad hace falta, un hombre de verdad.

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