Cómo seres humanos tenemos la capacidad de identificar problemas. Es como si tuviéramos unas antenitas de vinil que detectan la presencia de los problemas en nuestro entorno. Además, también somos especialistas en detectar problemas en los demás. Pero si en algo no somos expertos es en detectar nuestros propios problemas.
Es como si nuestra mente tuviera un filtro que impide que las señales que detectamos en las demás, no funcionen con nosotros. Somos parciales. No nos vemos con un ojo examinador como lo hacemos con el resto del mundo. Y aquí es donde empiezas a ver la madurez de una persona, en cómo empieza a quitar la lupa de los demás y la enfoca en sí mismo.
Muchas veces negamos que tenemos un problema o creemos que no es un gran problema, pero nuestra mente nos engaña, en realidad es un gran problema. Y es un problema porque afecta a los demás así como a nosotros mismos. Un ejemplo:
Todos aquellos que me conocen saben que tengo un gran problema: hablo demasiado. No es porque tenga muchas cosas que decir (bueno, si, pero ese no es el punto) sino porque cuando empiezo a hablar, sigo hablando y hablando y... hablando. Siempre he sido así, una vez empiezo, necesito que alguien me detenga.
Muchos dirán que ese no es un problema, que mucha gente habla de más y no por eso es un problema. Y aquí es donde entra en juego lo que decía anteriormente, la gente no se fija en si mismo cuando tiene un problema. Probablemente quien diga que esto de hablar demasiado es común, es alguien que también habla demasiado. En esto se ve claramente cómo nuestra mente intenta engañarnos diciendo "no es un problema, es normal, no es cosa del otro mundo".
Aunque lo neguemos, siempre intentamos auto-ocultarnos nuestro propio problema.
Pero no todo está perdido. Una vez empecemos a ver las señales de los demás, caeremos en la cuenta de que tenemos un problema (en especial el de hablar mucho). Y aquí es donde se diferencian los verdaderos hombres de los farsantes: un hombre de verdad reconocerá su problema y luchará por resolverlo sin rechazarse a si mismo.
En mi caso, tengo un problema: hablo mucho. No por eso soy menos feliz, pero si es algo en lo que hay que trabajar. Mientras tanto, mi hermano experto en no hablar funciona como semáforo para callarme.
Termino porque podría seguir todo el día.
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