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CINCUENTA


Hace cincuenta años y días, en un mundo muy diferente al que conocemos hoy, en las más adversas condiciones que pueda tener una persona al nacer en este mundo: de una muy pobre familia, nieta de un abuelo panadero que recogió a un niño desde muy chico y lo educó como si fuese suyo.
El hijo de este panadero patzuneco, fue criado conforme a la forma de vida de su época. Aprendió a respetar, a querer y sobrevivir en un lugar lejos de la ciudad, donde cada madrugada se podía palpar el manto que el cielo depositaba sobre sus tejas para dar el característico frío del altiplano.

Este niño, se convirtió en un adolescente como los demás. Con problemas y conflictos, fue llevado a trabajar a la ciudad capital. En aquellos caminos invisibles al futuro. Sin adoquinados senderos o asfaltados caminos, solamente guíados por el rastro que algunos que osaban viajar, dejaban de cuando en cuando al ir a la ciudad.

De noche ningún foco, ninguna luz, salvo la reina del cielo nocturno que siempre bañaba los sueños que bailaban dentro de las cabezas de aquellos aventureros y comerciantes que debian caminar para llegar a la metropoli.

Fue llevado a trabajar como uno más de la servidumbre, pero fue criado y educado como hijo. Compañero de aventuras del que hace algunos años fuera lider de la nación que vería como la guerra de ideas fuera concluida y las armas hechas cenizas.

En la calle más antigua de la ciudad, donde vivía una de las familias más acomodadas, hasta el humilde criado era vestido como hijo y educado en el instituto que todos los antepasados conocen y cuentan historias sobre él, sobre el gorilón y el abuelo.

Al verlo andar, no pareció nunca criado.

Detrás del mismo mostrador, con una historia más triste aún, ella lo observaba invisible, inalcanzable, inimaginable, solo en sus sueños podía alcanzar ser vista por tan buen mozo. Solo detrás del mostrador su corazón palpitaba al punto de explotar, al acercarse el chico, por la razón que fuese, cerca de su mostrador.

La chica del mostrador, residente y criada de la familia, con una versión en miniatura de ella rondando siempre cerca. Una historia dentro de otra historia. Tan extraño como predecible, el destino la sorprendió al unir su historia con la de este chico, para hacerse una sola historia.

Algún tiempo después, nació. Donde inició este relato, es donde la historia puso a esta niña frente al mundo, frente a sus ojos maternos que nunca derramaron lágrimas, que siempre fueron fuertes hasta su muerte.

La niña creció como todas las demás, lejos de aquel lugar frío que la vió nacer, hasta el lugar donde el sol nace más temprano y el cielo nocturno es adornado por el lienzo entre las montañas que rodeaban ese pueblecillo.

Nadie hubiera imaginado jamás, que de tan humilde origen, esta niña que probó todo y que su espiritu aventurero la llevaron a lugares que jamás imaginó, fuera lo que es ahora: una fuerte mujer, una esposa emprendedora y una orgullosa madre.

Esto no es ni siquiera el prólogo de esta historia, ni siquiera el punto inicial del relato. Este es simplemente el aliento que suspiro el chico que hoy ve como su amada madre alcanza medio siglo de existencia.

Son cincuenta, sin cuenta.

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