Todos conocemos a personas encantadoras, personas apasionada, personas aventureras y valiente, pero muy pocas veces logramos conocer el interior de esa persona, un interior que se ve atrapado por el temor, por consecuencia a la tristeza. Este es el caso de la personalidad Marlín.
Marlín es un pequeño pez payaso que vive a la orilla del arrecife, en un coral con una gran vista al Océano, tenía una esposa y muchos (miles) de hijos, pero una violenta barracuda los devoró quedando a salvo un pequeño huevecilló a quien nombro Nemo, personaje de quien cobra vida la famosa Buscando a Nemo.
El problema de Marlín no es ser un padre soltero, el problema verdadero de él consiste en que tiene miedo a perder lo único que le recuerda a su amada, a Nemo. Aún así, lo termina perdiendo, y es en esta faceta de su vida en donde este pececillo de rayas blancas y naranjas, emprende una aventura que rescata la identidad que le fue robada cuando perdió a su esposa.
Hay personas como Marlín. Personas que viven aferrándose al pasado. Se aferran de tal modo que ni siquiera dejan que eso, que aún sigue encarcelado en sus corazones, no salga. Ese recuerdo, esa fotografía, ese libro, ese regalo, ese dolor, algo que los encierra en su coral y los invade de miedo a dejar que el mundo conozca lo más valioso que tienen: su corazón.
Finalmente Marlín aceptó que debía cambiar algo y fue justamente cuando todo cambió. Nemo fue raptado por los humanos y Marlín tuvo que abandonar su cómodo arrecife y salir tras su hijo, para regresar siendo lo que siempre fue: un gran pez.
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