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Estaba sentado junto a mi hermano menor (que es más alto que yo) en una banca de madera. De repente, uno de los chicos que viven en ese barrio se acerco hacia nosotros detrás de la cerca en donde nos apostamos. Cuando le extendí la mano para el respectivo saludo(señal) - no, porque tengo las manos sucias - dijo. Sus manos estaban llenas de grasa. Se parecían a las manos de un mecánico que acaba de terminar con su día de trabajo. Eran unas manitas de mecánico.
¿Estaban arreglando, un carro? - pregunté. No, arreglamos dos - contesto.
En ese momento supe de qué se trataba: eran carros de juguete. El corrió a enseñarme los vehículos de carrera que había estado reparando junto a su primo. Eran unos minúsculos coches Lego, pero que a la vista de ellos eran impresionantes máquinas de alta velocidad y ellos se sentían importantes mecánicos de carreras.
Lo demás es historia. Juntos probamos hacer un carro más grande y más potente. Armamos, desarmamos, rearmamos hasta que finalmente nos fuimos.
Los niños son fascinantes, sin duda.
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