En este extenso asueto que, gracias a la herencia romana, nos han dado, tuve la oportunidad de meditar y recordar en algunas cosas que han pasado en mi vida. En medio de esas reflexiones, recordé a mis amigos y amigas de infancia y adolescencia, las personas que estaban antes de las que ahora están en mi vida (y se quedaron) de las que ya escribí en la víspera de mi cumpleaños número veinticinco (para los nuevos buscar en octubre 2011).
Fue entonces cuando me di cuenta que en mi vida han habido chicas que han aparecido por cortos períodos de mi vida y que de una u otra forma puedo recordar. Chicas con quienes he tenido una pequeña historia.
La primera a la que puedo recordar es a Susana A, conocida por mis compañeros de clase como la Susy.
Quien tiene más 13 años de conocerme (casi nadie) recordará de quien estoy hablando. Una chica pequeñita, en toda la palabra, con una cuantas pecas en su rostro, ojos pequeños, pelo negro y liso. Siempre usaba una tiara o diadema y siempre fue así, pequeña.
La recuerdo desde el primer año de la escuela primaria. En ese entonces yo no era una gran chico, era un poco más alto que ella pero igualmente pequeño, los primeros de la fila de hombres y mujeres que hacían para los días cívicos. Siempre que se llamaba a los más pequeños, eran ella y yo. Por tal razón, todos los demás siempre decían que eramos novios. En ese entonces no me molestaba ni tampoco me alegraba; creía que las diferencias entre los niños y niñas eran las faldas, los baños y el pelo largo.
Recuerdo haberla tenido como compañera durante toda la primaria. No era mi amiga. Tampoco fue mi novia jamás. Simplemente allí estaba. Y esa fue suficiente razón para que todos en el colegio me colgaran por seis años una relación que yo ni siquiera sabía que existía.
Una vez, un compañero del sexto año que era nuevo me preguntó sobre el asunto. Le dije que siempre había sido así y que todos me molestaban con eso. Luego me hizo la pregunta que todo hombre espera que se le haga ¿Te gusta? Mi respuesta fue un vacilante SI, pero la verdad nunca estuve seguro si me gustaba.
En ese entonces tenía once años y lo que menos me interesaba era una niña pequeña, estaba más interesado en las chicas más grandes, quienes habían desarrollado senos y caderas anchas. Así que tal vez si me gustaba, pero mis hormonas me desviaban la vista a terrenos más peligrosos. No estoy seguro de que sucedía en mi.
Terminó la primaria. Hubo una ceremonia. Como era de costumbre, los primeros de las filas eran ella y yo. Subimos a una tarima, nos dieron nuestros respectivos diplomas. Minutos después, estaba parado frente al público dando un discurso de agradecimiento y despedida del colegio. Escuché los aplausos, me dieron una medalla como el mejor alumno de todo el colegio. Bajamos del escenario, primero las chicas y luego los chicos. Vi a mi madre, me dio un abrazo y nos fuimos a casa.
Ese fue el último día que la vi... hace 14 años.
Fue entonces cuando me di cuenta que en mi vida han habido chicas que han aparecido por cortos períodos de mi vida y que de una u otra forma puedo recordar. Chicas con quienes he tenido una pequeña historia.
La primera a la que puedo recordar es a Susana A, conocida por mis compañeros de clase como la Susy.
Quien tiene más 13 años de conocerme (casi nadie) recordará de quien estoy hablando. Una chica pequeñita, en toda la palabra, con una cuantas pecas en su rostro, ojos pequeños, pelo negro y liso. Siempre usaba una tiara o diadema y siempre fue así, pequeña.
La recuerdo desde el primer año de la escuela primaria. En ese entonces yo no era una gran chico, era un poco más alto que ella pero igualmente pequeño, los primeros de la fila de hombres y mujeres que hacían para los días cívicos. Siempre que se llamaba a los más pequeños, eran ella y yo. Por tal razón, todos los demás siempre decían que eramos novios. En ese entonces no me molestaba ni tampoco me alegraba; creía que las diferencias entre los niños y niñas eran las faldas, los baños y el pelo largo.
Recuerdo haberla tenido como compañera durante toda la primaria. No era mi amiga. Tampoco fue mi novia jamás. Simplemente allí estaba. Y esa fue suficiente razón para que todos en el colegio me colgaran por seis años una relación que yo ni siquiera sabía que existía.
Una vez, un compañero del sexto año que era nuevo me preguntó sobre el asunto. Le dije que siempre había sido así y que todos me molestaban con eso. Luego me hizo la pregunta que todo hombre espera que se le haga ¿Te gusta? Mi respuesta fue un vacilante SI, pero la verdad nunca estuve seguro si me gustaba.
En ese entonces tenía once años y lo que menos me interesaba era una niña pequeña, estaba más interesado en las chicas más grandes, quienes habían desarrollado senos y caderas anchas. Así que tal vez si me gustaba, pero mis hormonas me desviaban la vista a terrenos más peligrosos. No estoy seguro de que sucedía en mi.
Terminó la primaria. Hubo una ceremonia. Como era de costumbre, los primeros de las filas eran ella y yo. Subimos a una tarima, nos dieron nuestros respectivos diplomas. Minutos después, estaba parado frente al público dando un discurso de agradecimiento y despedida del colegio. Escuché los aplausos, me dieron una medalla como el mejor alumno de todo el colegio. Bajamos del escenario, primero las chicas y luego los chicos. Vi a mi madre, me dio un abrazo y nos fuimos a casa.
Ese fue el último día que la vi... hace 14 años.
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