Como decía en la entrega anterior, los humanos somos cajas de sorpresas. Tenemos tantas conductas y costumbre que resulta prácticamente imposible conocer a alguien al cien por cien. Un ejemplo de ello es que desconocemos muchos hábitos que todos los demás ven, pero nosotros obviamos. Esto se manifiesta más cuando vives con alguien que viene de un contexto diferente.
Supongamos que una chica viene de una familia en donde todo debe estar en su lugar, todo debe estar limpio y nadie ABSOLUTAMENTE NADIE puede usar las cosas del otro. Esta chica conoce a un chico guapo que resulta ser muy divertido y además es fotógrafo*. Salen junto, se vuelven novios y finalmente se casan. En ese momento todo va bien hasta que la chica se da cuenta de que su esposo es muy poco organizado, deja caer migas en toda la casa y cuando sale del baño usa las sandalias de ella.
La verdad es que cuando estas enamorado de alguien, no te das cuenta de que tiene hábitos que seguramente odiarás y, si los identificas, te escondes bajo el "no importa, aún así lo amo".
No hay problema con eso, pero una vez el enamoramiento llega a su fin, esa conducta que tal vez parecía no molestar mucho, resulta ser un verdadero problema. Incluso hay cosas que te gustaban de alguien, pero resultaron ser lo que más detestas de él. Alguien puede tener un sentido del humor perfecto: buenos chistes, anécdotas interesantes, comentarios acertados, pero uno de esos días esa conducta podría parecer muy infantil o muy sarcástica y ZAS tu pareja te lanza una mirada asesina.
Al llegar al punto en que los defectos de una persona son muy evidentes, entonces es común caer en una discusión por cualquier tontería. Un plato fuera de lugar, una camisa en el suelo, una llamada perdida, un flor equivocada, un mal dato, cualquier cosa funciona como una chispa en un cuarto lleno de gasolina y alcohol.
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