Durante la celebración del aniversario No. 56 de mi padre, recibimos una noticia que alegró a todo mundo, en especial a mi padre, quien con lágrimas en sus ojos y voz quebrada mientras abrazaba a su primer nuera dijo "este es el mejor regalo que me pudieron haber dado". Y es que recibir la noticia de que seras abuelo por primera de tu primogénito que hace un año se casó por las buenas y sin adelanto, es lo más satisfactorio para un hombre que se encargó de educar a cuatro hombres.
Y es que desde hace años considero a mi padre una fábrica de hombres, pues de los 6 embarazos que tuvo mi madre los primeros dos no alcanzaron a nacer y ambos eran hombres. Después nacimos nosotros: sus 4 hijos hombres.
Seguramente no fue el hombre más tierno del mundo pero influyó en nosotros tan grandemente que somos reflejos de su personalidad. Tan grande fue su transición de personalidad que hemos escuchado en más de una ocasión decir a mi madre con aire de orgullo "sos igual que tu papá".
No logramos heredar su gran capacidad física, tampoco heredamos su pasión por manejar vehículos pesados ni su amor por el trabajo pesado, pero sin duda heredamos su sed de hacer cosas con nuestras propias manos, su capacidad autodidacta y su fortaleza de espíritu. Él nos hizo a su imagen.
Él, junto a mi madre, lograron educar a cuatro hombres íntegros. No necesitaron de libros, ni terapias de familia, ni regalos costosos, ni un estilo de vida ostentoso. Con sus pocas posibilidades lograron formar a cuatro hombres de los que el primogénito hoy presenta a su primer descendiente.
Solo un hombre puede hacer a otros hombres y solo Dios puede hacer a un hombre que hace a otros hombres. Ese hombre es mi padre.
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