Si regresara el tiempo unos años atrás (para ser exactos siete), mi situación sería esta: con algunos granos en el rostro, un mal corte de cabello, un bigote extraño, más delgado y de la misma altura, muriendo de celos por la chica del salón que me gusta e inmerso en una especie de depresión que provoca que me mantenga enfermo todo el tiempo (tal vez exagero).
Siete años después, al intentar recordar mi tiempo como adolescente me pregunto ¿En que rayos estaba pensando? Recuerdo en más de alguna ocasión, cuando aún no tenía televisión por cable ni acceso a Internet, veía las películas en la televisión local y deseaba tener la vida de los personajes en las películas.
Por supuesto, en ese entonces pensaba que el mundo alcanzaba solo unos cuantos kilómetros alrededor de mi hogar y ni siquiera tenía conciencia de que hay un mundo más allá de lo que la imaginación de un adolescente de clase baja pueda siquiera pensar.
Ayer me di cuenta que ya no tengo 16 años. Que atrás han quedado las inestabilidades, la volatilidad del comportamiento adolescente. Esas heridas provocadas por la propia naturaleza de adolescente han sanado desde hace mucho y mi vida es más parecida hoy a la vida de películas que lo que pueda ser en algún tiempo.
Mi vida no es nada monótona, se divide en episodios:
Entre semana, debo ser lo que paga las cuentas de todo, sin embargo tengo la oportunidad de tener vida social después del trabajo, pero no me refiero al estilo liberal de irse de fiesta y regresar por la madrugada a casa, sino de compartir con el circulo de amigos que sí vale conservar. Fin de semana, las cosas que me gusta hacer: fotos, música, educación, espiritualidad.
Pareciera una vida aburrida, pero no lo es. Al contrario, ahora más que nunca estoy consciente de que el adolescente que intentaba regresar de entre los muertos, ahora esta más muerto que nunca y que mi etapa de soltero, aún está por empezar.
¿Cual es la próxima aventura?
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