En los últimos días he leído algunas opiniones en el vano mundo de la red y me he topado con un fenómeno frecuente en muchos chicos y chicas: exageran sus defectos y se los colocan en la frente.
No es de extrañarse que esto sea común entre los adolescentes, pero en adultos ya se observa fuera de lugar.
Diré que en mi adolescencia, un problema común siempre fue la falta de autoestima y de seguridad en lo que decía, hacía y pensaba; por supuesto que mi aspecto rayaba fuera de lo normal. En otras palabras un adolescente.
Al leer estas ideas, no pude evitar pensar que en ciertos momentos de la vida nos sentimos así: imperfectos. Como si no fuéramos lo mejor que podemos ser en ese momento de la vida, sintiendo que cada error que cometemos nos hace sentir peor y peor hasta caer en un tipo de trance emocional y atrapados contra una pared invisible.
Esta es la situación.
Pero lo maravilloso de la vida es que creces. Antes luchabas para que la gente te observara como alguien maduro, peleabas cuando alguien hacia notar tu inmadurez y explotabas en rebeldía y berrinche al ser subestimado por los adultos ¿Ahora entiendes porque? Porque éramos inmaduros.
Hoy puedo decir que esta palabra solo indica el punto en que una pera puede comerse: madura o no. Tiene ínfima importancia lo que las personas digan o piensen sobre mi. Y lo más importante es que mis defectos, ya no me importan, me importa lo bueno que puedo hacer e intento explotarlo.
¿Que sentido tiene la vida si estamos cada segundo de ella tratando de ocultar nuestros errores y defectos, si podemos resaltar aquello que nos hace ser tan apreciados?
No he encontrado a una sola persona que no tenga algo que apreciar: lindos ojos, inteligencia, humildad, servicio, altura, entusiasmo, y un largo etcétera.
Además ¿Que aburrida sería la vida si no hubiera nada por mejorar? Lo más impresionante para mí es que los seres humanos podemos adaptarnos a los cambios, innovar, crear, implentar y un sinfín de acciones que lo único que demuestran es que podemos hacer las cosas cuando queremos.
Ya basta de sentirse el patito feo de la tierra. Lo que el patito feo no sabe es que debe crecer, porque los otros 6 mil millones de patos sobre la tierra lo fueron, o lo serán en algún punto.
¿Recomendación? Esta.
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