¿Cuantos de nosotros nos hemos quejado de lo que hacen nuestros hermanos? Sé que no podemos evitar habernos disgustado (algunos mucho) con nuestros hermanos. Y es que en ocasiones se pueden portar como toda su cara (como tontos) pero ¿Cuanto realmente podemos aprender de ellos? o ¿Cuanto podemos llegar a quererlos? La respuesta es que mucho.
Durante estas tardes de lluvia, ha venido a mi mente el recuerdo de esta fascinante película. Se trata de Rain Man.
La típica historia del hijo pródigo que deja a sus padres y busca ser exitoso por sus propios medios. En un mundo en donde olvida su pasado, tiene una linda novia y un buen negocio. Pero como a todo hijo pródigo le llega su hora: lo pierde todo.
Entonces se entera de la herencia jugosa que le ha dejado a su hermano mayor, que por cierto sufre de autismo.
¿Cual es su reacción inicial? Lo desprecia por su enfermedad y lo secuestra para poder quedarse con su plata. Lo que ocurre en el camino es lo que ocurre cuando viajas solo con uno de tus hermanos: te conectas.
Los hermanos la mayoría de veces no son lo que quisiéramos, sin embargo son nuestros hermanos. No podemos evitar pensar que son presumidos o egoístas. Además del hecho de que debemos 'igualar' el buen trabajo que hicieron o 'evitar' su mala vida.
A veces pensamos que son los preferidos de nuestros padres, y sí, nos sentimos con el derecho sobre los hermanos menores.
Lo cierto es que nuestros padres nos ven a todos por igual. No porque seamos iguales, sino porque cada uno de nosotros representa una experiencia única para ellos: más triste, más alegre, más tensa, etc. Le agregamos vida a su vida.
Y lo inevitable, es que siempre llegamos a necesitar de ellos. Y por muy ocupados, despreciados, atrapados, acalorados, distantes, tristes, alegres, enojados, presumidos, alterados que esten, siempre nos echan el hombro en lo que pueden.
Sin embargo, la vida ha tratado a todos por igual: nos ha acertado patadas a todos. Pero siempre es emocionante y divertido escuchar una historia que nos cuenta, además del interés que ponen cuando les contamos nuestra absurda vida de adolescentes.
Esa es la reflexión que te deja esta película. El final no es el esperado por todos, sino al contrario es lo más realista del mundo y lo cierto es que nunca estarán a tu lado por siempre.
Así que no hay que despreciar a nuestros hermanos. Al contrario hay que fastidiarlos hasta el cansancio, para que cuando se monten al crucero de la vida fuera de la casa familiar, será un grato recuerdo.
Si alguno de mis lectores no la recuerda, es porque seguramente tiene menos de 18 años. Esta película vio la luz en 1988, dos años después de que yo nací (no hagan cuentas).
Hoy, un saludo a los 'Rain man' de todos.
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