El recuerdo de algunos años atrás acudió de inmediato al recibir la llamada - ¿En donde estás? - respondió - Aún estoy en el bus - continua explicando con preocupación - Es que aquí están cayendo piedritas negras. Entonces recordó la mañana del aquel gris día, en donde alzaba sus brazos y sus manos eran llenas de una ínfima capa de arenilla negra. Láminas y techos fueron cubiertos con el mismo color de piel del suelo, recordando la existencia de aquel gigante recostado que de vez en cuando se levanta. Miles de insignificantes mortales se suben sobre sus ropajes oscuros para apreciar su imponente altura, como hormigas que rodean el cuello de un oso comehormigas, que van y vienen con total complacencia sin saber que puede despertar cuando menos lo piensan. En un santiamén y una diminuta advertencia, se levantó de nuevo, como hace 12 años, sin más y con su propia naturaleza, hizo lo que debía y el cielo se oscureció una vez más. Mientras miles de pasos dibujaban lineas entre ir y venir de...
No andaba muerto... solo disfrutando de la vida.