¿Como es posible que un evento deportivo con cobertura mundial pueda volver a intelectuales, artistas, políticos, feministas y millones más en zombies y ni siquiera lo noten?
Si, esas extrañas criaturas que olvidan por completo que son humanos, convirtiéndose en autómatas que solo buscan satisfacer sus necesidades básicas: comida, sexo, fútbol... Se comen unos a otros, en un intento por obtener la carne más fresca de sus prójimos y próximos.
Olvidan que tienen hijos, jefes, padres, novias, hermanos, tareas, mascotas, leyes. Hay quienes incluso olvidan ir al baño o asearse. Viviendo una vida de 120 minutos con repeticiones y total silencio para lograr procesar los miles de datos de los que son expertos para vaticinar resultados.
La forma de hablar cambia, el amable director creativo pasa a convertirse en una ametralladora de gritos y vulgaridades. La dulce y femenina chica de la clase, se convierte en todo un macho y no le importan demostrarlo. El mundo cambia y pasa a modalidad "cavernicola".
Y después de la gran euforia: gritos, saltos, besos, abrazos, puñetazos, molotera, insultos, lágrimas y un absurdo e increible resultado anunciado por un cefalópodo llamado pablo, viene la resaca.
Todos vuelven a modalidad "cotidianos" e intentan ignorar lo que hicieron hasta minutos después de que el campeón levantara la copa. Se sientan esperando que todo mundo olvide las apuestas que perdió, que la novia perdone su retraso por quedarse a ver el partido y un sin fin de esperas.
Todos comienzan a correr con sus tareas atrasadas, tiempos de entregas, comida, regalos, fiestas, mascotas... todos comienzan a correr.
Pero la radioactividad queda por algunos días más. En cuanto se tienen una oportunidad, el mal espíritu aún incrustado en sus bocas empiezan a hablar sobre el próximo encuentro, como si no hubiera tenido suficiente con lo que pasó hace algunas horas.
Llámese zombies, autómatas, fanáticos o como se nos ocurra nombrarles, lo cierto es que hemos tenido que aguantar (incluso a nosotros mismos) esto y luego nos preguntamos ¿En que rayos estaba pensando?
Lo bueno es que el fútbol no es lo único bueno en el mundo: también queda la música, las películas y las volátiles relaciones interpersonales.
Así que el remedio para contrarrestar semejante resaca es simple: 150 minutos de James Cameron; 480 minutos de efervescente rock; 2 visitas a la carretilla de shukos y por supuesto, una buena charla-debate antireggeaton.
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