Con dificultad abrió los ojos, mientras el primer suspiro saludo a su blanca almohada, el bulto de colores que resalta en la habitación, ll chillar de los resorte y lo rasposo de la piel sobre la cama, se percibe un silencio triste.
La radio apagada, sin el canto de avecillas, ni el cantar de los gallos. Una noche silenciosa y oscura. El frío ingresa por la minúscula abertura entre la puerta y el suelo amarillo. Suena la chapa y al abrir, se observa un paisaje oscuro, tal y como lo fuera el moreno suelo de la playa a unos kilómetros de ese lugar, pero en los escasos metros del patio.
Platos, vasos, ollas, cafeteras, todo cubierto un noche anterior por su angustiada madre, la flores y plantas cercanas pudieron salvarse, las demás no. Las rosas recién plantadas regadas sobre el suelo y una alfombra oscura entre sus pétalos.
Se preparó para trabajar como todos los días: una ducha, ropa limpia, una taza de café y panecillos. Alistó sus herramientas y salió a montar el colectivo que todos los días le lleva a la capital, escasos pero no agotados. Sus pies dibujaban figuras sobre el suelo oscuro a cada paso que daba.
El sonido que a cada paso sobre la oscura arena, le provocaba una extraña sensación, indescriptible. Todas las calles oscuras, como la noche en plena mañana, casi desiertas y muy silenciosas. Una fina capa de lluvia intentaba remojar los cabellos de aquellos que esforzados lograron levantarse un día mas para volver a sus labores.
Ya ubicado en el asiento del bus, observaba como calles, postes, aceras, vehículos nuevos y viejos, viviendas humildes y residencias, arboles, grama, suelo, buses, transeúntes, todos llenos de arena oscura. La ventana frontal del bus rasguñada por las partículas aún presentes en los limpia brisas, el tiempo se ha detenido.
Los kilómetros fueron quedándose atrás y el sol aún tímido no se acercó. Recordó las palabras de su madre esa mañana "Lo bonito de la naturaleza es que nos trata igual a ricos y a pobres". "Tienes razón" asintió observando por la ventanilla.
Mientras las ruedas devoraban la carretera en cada vuelta, el bus se dirigió hacia la ciudad en una casi desierta calle de cuatro carriles. Se observan niños y adultos con escoba en mano, intentado despejar sus techo con frenesí.
La lluvia negra ha dejado una hermosa alfombra oscura sobre los tejados y techos de cientos de hogares. La lluvia clara le ha hecho aun más pesada. Cercano a la ciudad se percibe un aire de nostalgia, más cercano al gigante, se puede tocar la tristeza.
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