Hace cincuenta años y días, en un mundo muy diferente al que conocemos hoy, en las más adversas condiciones que pueda tener una persona al nacer en este mundo: de una muy pobre familia, nieta de un abuelo panadero que recogió a un niño desde muy chico y lo educó como si fuese suyo. El hijo de este panadero patzuneco, fue criado conforme a la forma de vida de su época. Aprendió a respetar, a querer y sobrevivir en un lugar lejos de la ciudad, donde cada madrugada se podía palpar el manto que el cielo depositaba sobre sus tejas para dar el característico frío del altiplano. Este niño, se convirtió en un adolescente como los demás. Con problemas y conflictos, fue llevado a trabajar a la ciudad capital. En aquellos caminos invisibles al futuro. Sin adoquinados senderos o asfaltados caminos, solamente guíados por el rastro que algunos que osaban viajar, dejaban de cuando en cuando al ir a la ciudad. De noche ningún foco, ninguna luz, salvo la reina del cielo nocturno que siempre bañaba los ...